Con frecuencia, los cristianos católicos y otros grupos que celebran en común unión la cena del Señor a través del pan y el vino, lo hacen como una tradición importante que hace parte fundamental de su fe. Por conocimiento de causa, prefiero centrarme en el catolicismo en donde la Eucaristía es un punto central de la Santa Misa.
Sin embargo, en muchas ocasiones olvidamos la verdadera importancia de la comunión cono ese punto de encuentro con Cristo a quien recibimos en cuerpo y sangre. Posiblemente no somos conscientes del gran misterio que se devela ante nosotros en cada eucaristía, pero es Jesús mismo quien en persona, viene hasta nosotros para refrendar el pacto que hizo con el Altísimo para nuestra Salvación.
La Madre Teresa de Calcuta decía al respecto: ...La humildad de Jesús es realmente maravillosa. Puedo comprender su majestuosidad, su grandeza, porque él es Dios – pero su humildad sobrepasa mi comprensión, porque Él se convirtió en Pan de vida para que incluso un niño tan pequeño como yo pudiera comerlo y vivir. Hace algunos días les estaba dando la santa comunión a nuestras hermanas en la Casa Madre, y de repente me di cuenta de que tenía a Dios entre los dedos. La grandeza de la humildad de Dios. Realmente “no hay amor más grande” – no hay amor más grande que el amor de Cristo (Juan 15,13) Estoy seguro de que a menudo vosotros experimentáis esta sensación de que tanto en vuestra predicación como entre vuestras manos, el pan se convierte en el cuerpo de Jesús y el vino en sangre de Jesús. ¡Qué grande debe ser vuestro amor por Cristo! No hay amor más grande que el amor de un sacerdote hacia Cristo, “su Señor y su Dios” (Juan 20,28).
Esta es pues una invitación a hacer una comunión consciente, entregada al Padre en honor a Jesucristo e iluminada por el Santo Espíritu, para que este pacto sublime nos permite refrendar nuestro compromiso en la búsqueda de una vida que contribuya con nuestro propio desarrollo y con el de los demás, para que seamos instrumentos de la obra de Dios con nuestro trabajo, nuestro actuar y nuestro ejemplo.
Lecturas para hoy:
Hechos 8,26-40.
Salmo 66(65),8-9.16-17.20.
Juan 6,44-51.
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